Os presentamos un resumen del artículo publicado en la revista ECONOMISTAS sobre las causas, orígenes y alcance de la crisis económica en España escrito por Victorio Valle y Maria Jesús Fernández.
1.La crisis económica en España: un breve bosquejo de sus causas y evolución.
El origen de la crisis que atraviesa la economía española desde 2008 se encuentra en el desequilibrado modelo de crecimiento sobre el que se sustentó la larga etapa de expansión iniciada a mediados de los años noventa.
La adopción del euro supuso desde su inicio la aplicación de una política monetaria única cuya orientación era excesivamente expansiva para las condiciones de nuestra demanda. Esta circunstancia dio origen a un ascenso vertiginoso del endeudamiento y a la generación de una burbuja inmobiliaria, que se intensificaron a partir de 2003, cuando los tipos de interés reales se volvieron negativos.
Además, la completa eliminación del riesgo de tipo de cambio animó a los inversores extranjeros a proporcionar a la economía española toda la financiación que esta solicitaba. El ahorro exterior se canalizaba a través de las entidades de crédito nacionales, que se endeudaban con los mercados exteriores para luego dirigir los recursos obtenidos hacia el mercado interno.
La abundancia de crédito impulsó un crecimiento económico sin precedentes. El PIB creció a una tasa media acumulativa anual del 3,7% entre 1996 y 2007, el empleó aumentó un 61% lo que supuso una generación de 7,7 millones de puestos de trabajo. La tasa de paro se redujo desde el 20,3 hasta el 8,3% y el PIB per cápita español pasó de representar el 79% de la media de la UE-15 a un 94%.
Pero también se generaron enormes desequilibrios:
- Elevado endeudamiento de familias y empresas. El endeudamiento de las familias pasó de un 33% del PIB a mediados de los noventa a un 83% en 2007. En el caso de empresas no financieras la tasa de endeudamiento se elevó desde un 45 a un 131% en el mismo periodo. Y las entidades financieras aumentaron su deuda desde un 9 a un 93%.
- El crédito impulso el gasto interno hasta un nivel insostenible, muy superior al valor de nuestra producción, lo que se reflejo en un asombroso ascenso del déficit de balanza de pagos por cuenta corriente hasta el 10% del PIB. Sobre dicho gasto se sustenta el segundo de los desequilibrios: un exceso de capacidad productiva, no solo en el sector de la construcción, sino en todos los sectores productivos. Cuando el flujo de crédito se frenó, a raíz de la crisis financiera mundial desatada en el verano de 2007 por las hipotecas subprime, la demanda se derrumbó, y con ella, la actividad económica y el empleo que se apoyaban sobre esta, como si fuera un castillo de naipes. Así entre te 2007 y 2011 el empleo se redujo en un 11%, lo que supuso la pérdida de 2,2 millones de puestos de trabajo – en la construcción la caída del empleo fue en ese periodo del 50% – y la tasa de desempleo se disparó hasta el 23% al final de 2011.
- Acumulación de un inmenso stock de viviendas sin vender. Durante los años transcurridos desde entonces, además, dicho stock no se ha reducido, incluso podría haber aumentado, puesto que el ritmo de finalización de viviendas ya iniciadas ha sido superior al de las ventas.
- Pérdida de competitividad en costes derivada del crecimiento continuo de los salarios por encima de la productividad de la economía, algo que podía sostenerse mientras el crecimiento económico procediera de sectores no sometidos a competencia externa, es decir, construcción y servicios. Esto dio lugar a que los costes laborales unitarios en España crecieran un 23% más que en la media de la zona euro.
El crecimiento de los precios finales fue incluso mayor que el de los salarios, lo que se tradujo en un ensanchamiento muy notable de los márgenes empresariales que indica, en primer lugar, que no fueron los salarios los que impulsaron los precios al alza y, en segundo lugar, que en nuestra economía existen problemas de falta de competencia y de flexibilidad económica para incrementar la producción previamente a los precios ante aumentos de la demanda.
En cualquier caso, los mayores costes laborales por unidad productiva limitaron la capacidad para aumentar las ventas al exterior por la vía de la reducción de márgenes.
- Acumulación excesiva, por parte de las entidades financieras, de riesgos en el sector inmobiliario. Al hundirse dicho sector y pincharse la burbuja de precios, las entidades de crédito se encontraron con un volumen inmenso de préstamos incobrables en sus balances, garantizados por unos activos inmobiliarios que no dejaban de depreciarse, y además con una abultada deuda frente al exterior.
- El origen del problema del déficit público que se generó con el estallido de la crisis. Durante los años de bonanza, las Administraciones Públicas disfrutaron de una abundancia de ingresos fiscales sin precedentes. Pero una parte muy importante de dichos ingresos fiscales eran tan insostenibles como la actividad económica y el empleo sobre los que se sustentaban. El problema es que con ellos se había financiado a los largo de los años un crecimiento del gasto público de carácter permanente. Dicho exceso de gasto por encima de sus niveles sostenible a largo plazo se convirtió, en consecuencia, en déficit estructural cuando la crisis explotó.
De haber mantenido una moneda propia, los desequilibrios nunca habrían alcanzado una magnitud tan desproporcionada, puesto que en cuanto el déficit por cuenta corriente hubiera comenzado a ofrecer síntomas de descontrol –muchos antes de llegar a un déficit del 10% del PIB-se habría producido una devaluación que habría frenado los flujos de entrada capitales, dando lugar a una recesión convencional, en la que se habrían corregido dichos desequilibrios, muchos más modestos, poniendo el contador otra vez a cero.
Debemos recordar que el tipo de cambio es una variable básica para el equilibrio de cualquier economía. Ya desde el inicio del euro hubo muchas voces que alertaron de que economías muy dispares entre sí no pueden compartir, sin más, una misma moneda (por ejemplo la economía griega y la alemana). Esto da lugar a la generación de desequilibrios asimétricos entre, por una parte, países competitivos, ahorradores y poco inflacionistas, y por otra, países poco competitivos, poco ahorradores e inflacionistas. Si estos desequilibrios no se pueden contrarrestar con apreciaciones y depreciaciones se van acumulando de forma indefinida como una inmensa bola de nieve que tarde o temprano explotara.
No cabe duda, por tanto, de que buena parte de la responsabilidad por lo sucedido se encuentra en el hecho de compartir una moneda común mal diseñada desde su nacimiento. Aunque no podemos eludir la parte de responsabilidad que nos toca, por no haber realizado las reformas estructurales necesarias para hacer nuestra economía más competitiva, o por no haber sabido valorar la naturaleza meramente temporal de los ingresos públicos generados durante la época de bonanza.
Como consecuencia del desplome de la demanda nacional tras la paralización de los flujos de crédito que la habían alimentado durante años el PIB empezó a caer en el segundo trimestre de 2008, y estuvo descendiendo durante siete trimestres consecutivos, en los que se contrajo un 5% según las cifras de Contabilidad Nacional, aunque la caída de la demanda nacional fue más intensa, un 8%. Después se inicio un período de seis trimestres de muy limitada recuperación, en el que el PIB avanzó un 0,9%. NO obstante la demanda continúo retrocediendo sumando un 1,7% adicional de caída. El magro crecimiento registrado en este breve periodo procedió del sector exterior gracias a un aumento de casi el 15% de las exportaciones.
Sin embargo, el sector exportador español mes de muy reducida dimensión y su impacto sobre el conjunto de la actividad productiva nacional es limitado.
Con el agravamiento de la crisis de la deuda soberana en el verano de 2011, se produce una recaída en el conjunto de Europa y España, fase en la que nos hallamos desde entonces. El principal detonante ha sido el agotamiento de los flujos de financiación procedentes del exterior.
En cuanto al empleo, volvió a intensificar su declive a partir del tercer trimestre de 2011. Al final del año la tasa de paro se encontraba casi en el 23%.
Hasta que el proceso de corrección de los desequilibrios económicos generados en la etapa de bonanza no haya avanzado lo suficiente, la demanda nacional estará incapacitada para volver a crecer. El problema se encuentra en que la economía apenas crecerá hasta que dichos desequilibrios se corrijan, pero por otra parte, dichos desequilibrios tardarán mucho en corregirse si la economía no crece. Nos encontramos atrapados, por tanto en un bucle de escaso crecimiento – escaso avance en la corrección de los desequilibrios y nuevamente escaso crecimiento económico.
2. La crisis de la deuda en la eurozona y estrategia frente a la misma.
Como consecuencia de la crisis económica, se dispararon el déficit públicos en todos los países del mundo. A comienzos de 2010 estalla la crisis de la deuda soberana europea, a raíz de la publicación de las auténticas cifras de déficit de Grecia, que habían sido falseadas los años anteriores. Este hecho desató la desconfianza de los inversores respecto al país heleno lo que disparó la prima de riesgo de su deuda hasta niveles que reflejaban un tipo de interés inasumible.
La Unión Europea respondió poniendo en marcha un mecanismo de rescate consistente en prestar a Grecia los recursos necesarios para financiar su déficit a un tipo de interés inferior al de mercado, a condición de que este país ejecutara un programa estricto de forma rápida e intensa. Pero esto no impidió que la desconfianza se contagiara a otros países periféricos cuya situación se asimilaba a la griega y comenzaron a remontar las primas de riesgo de Irlanda, Portugal, España y más tarde Italia. Irlanda, a finales de 2010 tuvo que acudir al mecanismo de rescate habilitado por la UE. En marzo de 2011 fue Portugal.
Desde el principio, la estrategia fiscal con la que la UE ha afrontado esta crisis fiscal ha partido de un diagnostico erróneo en cuanto a sus causas y su naturaleza. Los países centrales del área, principales contribuidores de capital a los fondos de rescate, consideran que el único problema es el déficit público ocasionado por la falta de disciplina presupuestaria de los irresponsables y derrochadores países periféricos. La solución consiste en la ejecución de ajustes fiscales hercúleos con el fin de reducir el déficit por debajo del límite del 3% establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en tan solo tres o cuatro años, así como en la implementación de reformas estructurales dirigidas a elevar la capacidad de crecimiento de estos países a largo plazo.
Con estos dos elementos de política económica, los países periféricos expiarán sus culpas y recuperarán rápidamente la confianza de los mercados, a lo que se añade el impulso inmediato al crecimiento económico que proporcionan los ajustes fiscales por la vía de los efectos ricardianos, es decir, la mejora de la confianza de los agentes económicos impulsará rápidamente la inversión y el consumo, de modo que en poco tiempo estos países estarán de nuevo en condiciones de crecer.
Por otra parte, al mismo tiempo que los países periféricos afectados por la crisis de la deuda soberana llevan a cabo sus titánicos programas de ajuste fiscal, el resto de países de la UE también ponen en marcha medidas encaminadas a reducir su propio déficit, coincidiendo así en el tiempo políticas fiscales restrictivas en todo el continente.
No parece que esta estrategia de política económica esté produciendo los efectos previstos. Si bien no se puede negar la necesidad de poner en marcha importantes reformas estructurales, ni de reducir o eliminar el déficit público estrictamente estructural.
Lo que se está comprobando es que la adopción de recortes del gasto y de aumentos de impuestos de la magnitud que se exige es como un perro que se persigue la cola: las medidas adoptadas deprimen aún más la economía, lo que reduce aún más los ingresos y elevan ciertos gastos, incrementando nuevamente el déficit, y obligando a adoptar nuevas medidas de ajuste, induciendo de este modo una espiral depresiva sobre la economía. La coincidencia en el tiempo de políticas fiscales restrictivas en todo el continente es precisamente uno de los factores que explican la recaída de la economía europea a finales de 2011, junto al ya mencionado agravamiento de las tensiones en los mercados financieros.
A esto se añade la constante negativa a adoptar soluciones encaminadas a resolver la auténtica causa del problema, es decir, la deficiente arquitectura institucional del euro, mediante medidas dirigidas a reforzar la unión fiscal y económica, como la creación de una unión fiscal, con un presupuesto único y una deuda común al igual que en cualquier estado federal, o la creación de una unión bancaria. Como consecuencia de todo ello, los sucesivos programas de ajuste fiscal y de reformas estructurales adoptadas en estos países no solo no han aliviado en ninguna medida las tensiones en los mercados de deuda, sino que, además, han agravado la crisis económica y han transformado la desconfianza en torno a la solvencia de unos cuantos países en desconfianza en torno a la supervivencia misma de la moneda común.
3. El proceso de ajuste.
Esa situación de partida que se ha descrito, unida a la filosofía económica de la UE, dejaba al nuevo gobierno surgido de las elecciones de noviembre de 2011 un estrecho margen de actuación. Había que aplicarse necesariamente a realizar profundas reformas estructurales, especialmente en una triple dimensión.
La primera en el terreno de asegurar los equilibrios financieros. Especialmente el equilibrio presupuestario que estaba desbordado. Reducir el volumen de endeudamiento público. Reducir la tasa de endeudamiento privado y facilitar un flujo razonable de crédito, colapsado por la falta de credibilidad de los mercados respecto al sistema bancario español.
En segundo lugar, en el terreno de dotar a la economía de una mayor flexibilidad y capacidad de ajuste a las condiciones económicas. Especialmente en el mercado laboral y en general, en el sector servicios.
Finalmente lograr un patrón de crecimiento a largo plazo sobre la case de una competitividad de nuestras exportaciones.
El siguiente cuadro refleja alguna de las actuaciones más importantes llevadas a cabo por el Gobierno actual:
Principales actuaciones de la política económica actual
I. Equilibrios globales
- Orientación hacia el equilibrio presupuestario
– Constitucionalización del equilibrio presupuestario. Reforma del art. 135 de la Constitución. Noviembre de 2011.
- Déficit estructural máximo para Estado y CCAA.
- Equilibrio de corporaciones locales.
– Ley Orgánica de 27 de abril de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera.
– Propósito de acelerar. Elevación a 67 años edad de jubilación establecidad en enero de 2011.
– Cambios impositivos: IVA, Lucha contra el fraude, IRPF, Impuesto hidrocarburos.
– Restricción en gastos de presupuesto de 2012.
- Reforma Sistema Financiero : Capitalización y saneamiento
RD-L 2/2012 de 3 de febrero. Saneamiento del sector financiero.
RD-L 18/2012 de 11 de mayo. Saneamiento y venta de los activos inmobiliarios del sector financiero.
RD-L 24/2012 de 31 de agosto. Reestructuración y resolución de entidades de crédito.
II. Crecimiento a largo plazo
- Reforma de mercado de trabajo: febrero 2012
- Reforma educativa: en proceso
- Modificaciones sistema energético.
- Propósito de unificar el mercado interior.
Problema: Restricción presupuestaria afecta negativamente a I+D+I
III. Evitar dañar crecimientos a corto plazo
- Negociación prórroga de un año para reducción final déficit público.
- Estímulos fiscales selectivos.
Problema: Recorte excesivo de inversión. Mantenimiento de desahorro.
IV. Evitar daños adicionales en distribución de la renta
- Prórroga limitada del plan Prepara (400 euros). 14 agosto 2012.
- Introducción generalizada del sistema fiscal como factor de corrección.
Problema: Fallo en la reducción de la tasa de paro.
Los ajustes llevados a cabo por el actual gobierno han conllevado posiciones políticas y sociales de protesta y alarma por lo que implican de renuncia a derechos sociales conseguidos históricamente en época de bonanza.
Sin embargo, ese cúmulo de actuaciones ha tenido una respuesta muy positiva de Bruselas, de la Troika y de los líderes políticos europeos.
4. El reflejo del proceso de ajuste en los mercados.
Como se ve, el ajuste iniciado – y aún lejos de concluir – es un proceso largo y doloroso, en el que la economía española deberá sentar las bases de un crecimiento sólido que, de hacerse bien, tomará cuerpo cuando la economía internacional y especialmente la europea, retomen un crecimiento más intenso. Algo que, a la luz de las recientes previsiones del FMI, está distante en el tiempo.
La pregunta que ahora nos formulamos es cómo ha repercutido en los mercados la línea de política económica del actual gobierno. Empecemos por el factor más específico: la prima de riesgo que mide el diferencial de rentabilidad entre el bono a diez años de Alemania y España. Hasta mediados de 2011 el diferencial se situaba en 200 puntos (posición normal). Comenzó a crecer en junio alcanzando niveles próximos a 500, en noviembre. Entre diciembre y abril de 2012 renace la calma relativa, a un nivel de más de 300, para iniciar una nueva escalada en abril-mayo 2012, alcanzando su máxima histórico el 24 de julio de 2012 con un valor de 629,5, a partir del cual comienza un moderado descenso que sitúa la prima española entre 300 y 400 puntos básicos.
No existe una interpretación unánime de a qué factores responde los movimientos de la prima de riesgo. En términos generales se espera que la reacción de los mercados esté directamente conectada con la percepción de la capacidad de repago de la deuda y del abono de los intereses establecidos. Por ello, cuanto mayor sea el volumen de deuda y menor el crecimiento económico, mayor será la financiación. No obstante hay otros factores importantes como la actitud del BCE respecto a compras de deuda soberana en los mercados secundarios, la obtención de ayuda del Fondo de Rescate o la situación internacional (especialmente Italia y los ya intervenidos Grecia, Portugal e Irlanda).
Otro hecho paralelo a la elevación de la primas de riesgo es la salida de capitales de España, cuyos elevados valores son una prueba adicional de la desconfianza con la que los mercados interpretan nuestra recuperación.
5. Mirando al futuro.
Son muchas las incertidumbres a acechan la evolución inmediata de la economía española. Seis reflexiones:
En primer lugar, son varios los pilares sobre los que hay que trabajar para un diseño adecuado de la política económica. Por una parte, avanzar en los equilibrios financieros pero por otra buscar caminos para elevar la demanda agregada por vías no inflacionistas y finalmente, propiciar un patrón de crecimiento a largo plazo aumentando persistentemente la productividad global de los factores y flexibilizando el sistema económico. Son frentes distintos que deben abordarse de forma conjunta. De nada valdría facilitar y abaratar la financiación si no hay demanda de crédito porque las empresas no tienen proyectos sostenibles. Ni tendría sentido estimular la demanda real o los programas para elevar la productividad a largo plazo si no hay canales de financiación adecuados.
En segundo lugar, acelerar el proceso de reforma del sistema bancario, especialmente relacionado con la puesta en marcha del banco malo con el buen fin de los procesos de reestructuración en marcha.
En tercer lugar, el avance en la consolidación del déficit público. El escaso avance de corrección del déficit que cabe esperar en 2012, a la vista de lo conseguido en el primer trimestre, obligaría a intensificar esta tarea en 2013, con los consiguientes efectos negativos sobre la tasa de crecimiento del PIB y del empleo.
En cuarto lugar, la necesaria reducción de la tasa de endeudamiento para evitar una sanción de los mercados elevando la prima de riesgo exageradamente. La deuda española no puede continuar pagando tipos de interés reales por encima del 5,5% que en comparación con caídas del PIB real mayores del 1,5%, colocan la tasa de endeudamiento en una clara senda expansiva. Por tanto, además de reducir el déficit, hay que aplicarse con urgencia a minorar el propio stock de deuda acumulada.
Esto es independiente de que finalmente España solicite o no el rescate. Nosotros pensamos que no es mala estrategia la de esperar y ver, ya que por razones de imagen y para evitar condicionalidades adicionales, si los mercados se mantienen a un nivel razonable es preferible tratar de no pedir otros rescates que los ya comprometidos para el saneamiento de la banca.
En quinto lugar, la necesidad de establecer una política equilibrada del lado de la demanda agregada. El componente que debe crecer y estimular el avance del PIB y del empleo, es la exportación. Para que la exportación se incremente hace falta que la demanda interna no agote la capacidad productiva – lo que en la actual depresión se da sobradamente- y que el comercio mundial aumente de forma significativa, lo que no se da con la necesaria contundencia en los países de nuestro entorno. Los empresarios se ven forzados a operar en mercados internacionales muy elásticos, con precios más bajos que los interiores, y esto les obliga a reducir costes laborales, y en parte empleo, para elevar la productividad y competir sin pérdidas.
Esto quiere decir, en definitiva, que nuestro crecimiento futuro depende de cómo evolucionen las economías de Europa y EE.UU., lo que nos hace extremadamente dependientes del resto de los países con los que nos relacionamos. Tal vez u acuerdo que fijar un calendario distinto – y una estructura diferente-para la reducción del gasto público con apoyo financiero europeo, podrís reducir la dureza del proceso.
En sexto y último lugar, elevar la productividad del sistema económico como un medio de avance en un patrón sólido de crecimiento a largo plazo. España siempre ha crecido de espaldas a la productividad, y los avances experimentados en los dos últimos años se deben más a la reducción de mano de obrar –escasamente productiva utilizada por el sector de la construcción- que a auténticos avances en los elementos que, a largo plazo, determinan la productividad global de los factores.